
EL PUENTE ROMANO DE CÓRDOBA
Nombrado «Bien de Interés Cultural» en la categoría de «Monumentos» desde 1931, el Puente Romano de Córdoba es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Miles de cordobeses lo han tenido como símbolo a través de los siglos.
Es una joya perfectamente reconocible en la lejanía. Un lugar de encuentro para los habitantes de la ciudad. También el mejor enclave para observar con detalle la construcción más importante de la ciudad: la «Mezquita-Catedral de Córdoba».
Veinte son los siglos que ha permanecido majestuosa esta construcción, ideada para salvar la distancia entre las dos orillas del río Guadalquivir en la llanura de Córdoba en época romana. Ahora es un símbolo de la lucha incansable de los cordobeses ante guerras y epidemias. Pero también ante llegadas de gobernantes que lo cruzaban con ostentación y poderío, para entrar a una ciudad que llegó a ser el «Faro de Occidente» en época islámica.
El puente se construyó a principios del siglo I d.C, probablemente sustituyendo a una original de madera, para darle más esplendor a una ciudad que era ejemplo arquitectónico para el resto del imperio romano. Una urbe que incluso llegó a tener dos circos; algo al alcance de pocas ciudades en época romana.
El puente tiene una longitud de 331 metros y está compuesto por 16 arcos. Los historiadores cree que fue paso natural de la «Vía Augusta» en su camino de Cádiz a Roma.
La construcción de la torre del final del puente – «Torre de la Calahorra» – aparece documentada en el siglo XII, época islámica. Originalmente eran dos torres; fue tras la guerra entre los hermanos Pedro I y Enrique II de Castilla, cuando al ganar este último se reformó, dándole ese aspecto unitario.
A pesar de tener dos milenios de antigüedad, el puente ha tenido algunas reformas -la mayoría en época islámica- y algunas posteriores en época moderna y contemporánea. La más reseñable fue la última , que convirtió este puente definitivamente en peatonal. Muchos cordobeses recuerdan aún con nostalgia como tenían que salir de Córdoba por el puente en dirección a la costa de Málaga; ya que fue la antigua nacional A4.
A pesar de la discutida reforma llevada a cabo hace algo más de una década, los turistas siguen maravillándose con las vistas privilegiadas de la ciudad y del Guadalquivir que se obtienen desde su parte superior. Admirando todavía recuerdos de eventos que hicieron a Córdoba una ciudad luchadora -como el brote de peste del siglo XVI que mató a más de la mitas de la población local- luce una escultura del arcángel «San Rafael», construida en 1651. El arcángel preside el puente, gracias a ese agradecimiento eterno que tienen los cordobeses por la supuesta intercesión que hizo por la ciudad en ese trágico evento.
Pasear por este puente es tener la oportunidad de escuchar y admirar un río emblemático para Andalucía. Aún resuenan los ecos del esplendor del pasado; los motivos por los cuales romanos y musulmanes se asentaron en este enclave.
El río Baetis o Betis como lo llamaron los romanos; Nahr Qurtuba, río de Córdoba, -como lo llamaron los musulmanes- o a partir del siglo XI Wad al Kabir– río grande- fue una arteria principal de la actual Andalucía.
Testigo directo del esplendor de una región que fue una de las más prósperas del mundo durante varios siglos, el puente romano se vanagloria imperturbable y elegante ante el paso del tiempo.
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