LOS MAJESTUOSOS PATIOS DEL PALACIO DE VIANA
El palacio de Viana es una de las joyas que permanece en el recuerdo de todo aquel que visita la ciudad de Córdoba. Un diamante que reluce casi oculto entre las callejas de unos de los barrios más tradicionales de Córdoba: el barrio de Santa Marina.
Barrio tradicional de piconeros y toreros durante el siglo XIX y XX, se convirtió en un lugar de enclaves palaciegos ya desde finales del siglo XV.
Lugar rico en agua –ya que subterráneamente circulaba el arroyo Colodro– se convirtió también en un punto de control estratégico para los cristianos que intentaron repoblar las zonas más vaciadas de la ciudad, cuando fueron expulsado los musulmanes que hicieron florecer la urbe siglos atrás.
Pocos son los que imaginan que detrás de su fachada con portada de estilo «plateresco», existe un palacio de 6.500 metros cuadrados, con 12 patios y un jardín. Que además de su extensión, esconde en su interior una de las mejores colecciones de azulejos pintados del país, libros originales de diversas épocas de la historia, e incluso una colección de pinturas y tapices de autores de renombre como Goya, Zurbarán o Joaquín Sorolla.
El interior del palacio es una joya, pero el visitante puede descubrir la historia resumida de uno de los patrimonios más importante para los cordobeses: sus patios.
Cinco siglos resumidos en su interior, producto del gusto de diversos nobles que lo habitaron desde la creación del mismo edificio. Patios intimistas y ostentosos; patios populares donde vivieron desventuras y alegrías durante siglos el personal de servicio de dicho palacio.
Patios que nos introducen en la casa dejando claro el poderío de sus moradores; como por ejemplo el patio de recibo. De estilo «toscano», es la entrada del palacio desde el siglo XVI.
Una joya escondida de este palacio es el patios de los gatos, un patio desde el cuál se puede ver la cocina que fue utilizada hasta los años setenta del siglo pasado , y que tiene la peculiaridad de ser el patio sobre el cuál se conserva el documento de arrendamiento más antiguo de la ciudad; ya que formaba parte de las casas comunales conocidas en el siglo XV como las casas de la puentezuela de tres caños. Fue adquirido por los Villaseca, que eran los dueños del palacio en el siglo XVI, y mantenido como patio de arrendamiento hasta el siglo XVIII.
Tenemos la oportunidad de observar la diferencia entre patios concebidos para el descanso y la intimidad de los nobles, o para manifestar la opulencia de su riqueza. Lo primero queda claro en patios como el patio de la mandama o el de los naranjos; resumen este último, de la historia de los jardines-huerto de tradición islámica – pilar sobre el que se asienta el actual patio cordobés-
Otro ejemplo es el patio de la capilla, que perteneció como eje organizador de la casa de los Condes de Torres Cabrera hasta que se unió al palacio de los Viana en el siglo XIX, por un acuerdo entre ambas familias. La opulencia queda manifestada en el patio de las columnas o en el de las rejas de Don Gome; dos espacios concebidos para que las miradas de los cordobeses se posaran en el interior. El de las columnas tiene la peculiaridad de ser el más reciente gracias al esfuerzo de los cordobeses y la fundación Cajasur de que a la muerte de la marquesa de Viana -última noble habitante del palacio- permaneciera en posesión de los cordobeses; aunque claramente con una rentabilidad privada.
Los patios donde trabajó el servicio; como el patio de la alberca, patio del pozo o el patio de los jardineros, fueron reformados intensamente por los dos últimos habitante del palacio. Ahora nos dejan imaginar cómo fue la vida de las personas que vivieron y trabajaron durante años en este palacio de ensueño.
Visitar Viana es vivir Córdoba con toda intensidad. Por qué a sus patios de soberbia belleza, se unen algunas de las mejores colecciones artísticas de Andalucía.
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